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Volvía de la garganta del diablo (Cafayate), muy contenta por el paisaje visto y la buena suerte de regresar tan fácilmente. Caminaba por el pueblo con mi pantalón a cuadros verde y negro, en busca de algo para comer cuando para un auto y me pregunta si trabajo en el circo ambulante. Ja! Fue tan gracioso, que a los minutos estábamos comiendo y tomando una cerveza en algún parador de esos. De ahí a un paseo por unas ruinas, luego al cementerio. Me dejó cerca del mirador como para que caminara un poco. Por la noche, le muestro una foto de él, (dicho sea de paso que lo retraté), al dueño del hostel quien me comenta que este muchacho tiene un par de denuncias de acoso y otras yerbas.

Será que me acostumbré tanto a hacer dedo que subir a un auto ya no me asusta, será un alerta? Quien sabe no?? Quizá al final de cuentas él me tuvo más miedo a mi.

One Response to “ ”

  1. Rousis says:

    Vir, no es broma, a mi tambien me abordo el tipo ese, que es un indeseable de verdad.. tomate en serio lo de ir con cuidado y vigilar.. el MAL existe a pesar de que vayamos de tan buen rollo!! Besitos, amiga

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